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Ya me canso de llamar; ronca está mi garganta;
mis ojos desfallecen en espera de mi Dios.

Son más los que me odian sin motivo,(A)
que los cabellos de mi cabeza.
Son muy poderosos mis enemigos,
los que sin razón quieren destruirme.
¿Acaso he de pagar lo que no he robado?
Tú, mi Dios, sabes que soy un insensato;
mis pecados no son para ti un secreto.

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